viernes, 24 de septiembre de 2010

PROFETA DEL NOPAL


Va:


Los rocanroleros mexicanos sólo tienen compromisos con su ego
Víctor Roura
Martes, 21 de septiembre de 2010
·                            Rockdrigo González: a un cuarto de siglo de su muerte.


Las rebeldías poperas ahora son cronometradas. Quizá por eso el tamaulipeco Rockdrigo González (1952-1985) siga siendo hoy, aún, el icono del rock mexicano: enjundioso, cuestionador, talentoso, contracultural, ilustrado, de firmes principios. 

Pese a su corta, inconclusa, carrera musical lo sitúa como una figura señera en el rock nacional, acaso por lo que dejó de hacer, que se intuía grandioso, de acuer- do a la escasa huella que nos dejó. Poco antes de su muerte tuvimos un largo diálogo. Aquí, un breve fragmento.

Botellas de cerveza vacías sobre la mesa. Tres guitarras dispersas a lo largo de la sala. Pocos discos. Grass, Jung, Toynbee, Koestler, Cocteau, Sabines, Huxley, Miller, Fromm, los libros ya no caben en el pequeño mueble. De fondo, un casete de Dire Straits.

-El principal problema que tuve fue la falta de relaciones. No conocía absolutamente a nadie. No sabía dónde estaban los núcleos artísticos, quiénes se encargaban de hacer ondas creativas diferentes. Porque yo traía unas canciones bien aceleradas, bien locochonas. Y empecé a trabajar en la calle. Así, de plano. Combinaba canciones mías con algunas de Serrat. Por todos lados. A talonearle por las calles...

Venía de Tampico, su ciudad natal. Ahí había integrado varios grupos; entre los que se cuentan Siglo XXI, Los Hongos y Los Géminis. Comenzó a tocar alrededor de los 15 años, al mediar los sesenta. Y al traspasar el lustro la década de los setenta decidió radicar en el Distrito Federal.

-Me iba bien por las calles -prosigue Rockdrigo González-. Era un buen talón el que te tenías que aventar, por supuesto. Pero si haces las cosas bien, la gente sabe responder. Yo podía vivir de la lana que sacaba. Porque uno aprende sus trucos. Me acuerdo que cuando los burócratas salían a comer, rápidamente yo recorría los restoranes de la colonia Cuauhtémoc y me aventaba las rolas en chinga para no darle chance a ninguno de que terminara su comida. De esa forma juntaba una buena lana... Sí, dos, tres veces me atra- paron. En Chapultepec la tira me agarró dos veces. Antes me situaba ahí. Ponía un letrero al lado mío que decía: "Para sostener mis estudios" (estaba haciendo mis estudios autodidactas de música y poesía, ya sabes). Y ahí me ponía. Y de repente llegaban los de la camioneta y a correr. Pero me cae que nunca me agandallaron, hasta eso. Nomás nos sacaban de onda. Una vez me agarraron unos batos de la tira y vieron que traía el morral lleno de luca. Me dijeron algo como que si este güey sacaba tanta lana era porque debía ser bueno. "A ver, échate una rola", me dijo uno de ellos. Y yo me aventé mis rolas adentro del carro. No, uta, qué a toda madre, que así comenzó Mike Laure y qué buena onda, me empezaron a decir. Y me soltaron y hasta me llevaron al mismo lugar donde me había recogido. Tuve suerte.

Al llegar al DF, Rockdrigo González se puso a trabajar en algunos ensayos de folk rock latinoamericano. Incluso llegó a construir una suite, que intituló "Yo no juego", misma que presentó en la Sala Manuel M. Ponce allá por los años de 76 o 77. Ahí en Bellas Artes estuvo acompañado de Jesús Luis Benítez, trabajaban juntos.

-Desde muy chavo, en Tampico, co- menzó a interesarme la poesía -dice Rock- drigo-. Ahora prácticamente ya no la escribo. Lo que hago hoy en día son rolas...

-La cual es una labor distanciada de la poesía...

-Pienso que sí. A menos que estés muy tronecas de máis y sepas manejar toda la semántica y todas las cadencias de la música y de la literatura. Usar a la perfección la sintaxis.

-Ahora hay muchos músicos interesados en mejorar sus letras...

-Por un lado es muy bueno. Pero, por otro, se halla la conocida "inercia del espíritu de la época". Lo bueno, en efecto, es que sí ya hay un núcleo más intelectualizado y más sensibilizado hacia las nuevas formas culturales. Por ello podemos vivir de nuestra música...

-¿Qué papel desempeñaría el rocanrolero?

-Para mí, recuperar la humanidad de la gente, su sensibilidad, su percepción, el amor. Recuperar todo lo que está bien madreado en esta sociedad. La capacidad de percibir bien las cosas...

Dire Straits termina con su pieza "Communiqué". Se acaba la música de fondo.

-Ahora, puedo hablarte de mis influencias musicales mediatas -sugiere Rockdrigo-. Elton John me influyó en el concepto de la melodía. Mi hermano Manuel me enseñó dos tres arpegios, él es ingeniero pero toca la guitarra en sus ratos libres. No puedo negar la influencia de Bob Dylan, ni de Donovan, ni de Neil Young. De esos tres batos, principalmente. Y de los Beatles. Ellos me apantallaron con tanta pinche creatividad.

-Dylan o Young tenían compromisos no sólo con su música sino con la sociedad. ¿Cuál es el compromiso del roquero mexicano?

-Por lo general sólo tienen uno: con su ego. De satisfacer la imagen que tienen por el solo hecho de ser rocanroleros. Yo los he escuchado. Por eso a veces no sé de qué se trata la onda. La nuestra es totalmente una ideología campechana. Yo creo que en parte la culpa la tiene el hecho de que el rocanrol no sea de nuestras raíces. Si no sabes de dónde proviene el rock, cómo vas a saber su significado. Lo único atractivo del asunto es la imagen que se forma el rocanrolero. Son músicos porque no saben hacer otra cosa y tienen que ganarse la vida. O de plano son necios y quieren vivir en la vagancia de la creatividad. Por lo general yo encuentro un vacío muy cabrón de ideología rocanrolera ante el personal.

-¿El músico, como artista, debe ven- der o sólo exponer sus piezas?

-Las dos cosas. Debe difundirlas para poder venderlas. Pero el asunto principal es ver qué es lo que estás vendiendo como músico. Es una cuestión extraña. Y va a seguir dándose. ¿Qué es más importante: el arte por el arte o el arte por el espectáculo? Para mí, el primero porque reúne todo. El otro arte es un arte mediatizado, incompleto, enajenado. Para vender tu música tienes que cumplir todos los cometidos. No sólo divertir a la gente por divertir sino provocarle emociones. Y, por otro lado, en- viarle un mensaje cognoscitivo, decirle algo al espíritu. No sólo mandar mensajes a la materia. Porque la diversión del espíritu también cuenta mucho...

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