Trinidad Peña, sobreviviente
La férrea lucha contra el cáncer de mama
“Hay que disfrutar la vida en todo momento, no se debe esperar a que te pase un acontecimiento desagradable para darte cuenta de todo lo que vale la pena en esta vida”.
Foto: Braulio Carreño
Recibir la noticia de que tenía cáncer de mama, marcó la vida de Trinidad Peña, enfermera en Nacional Financiera, quien recuerda nítidamente cómo su vida tuvo un giro inesperado desde que le detectaron el tumor.
Sonriente, rememora los ahora viejos tiempos: “Hace como ocho años fui con mi ginecólogo a una cita periódica, me revisó como siempre pero detectó algo raro…me mando una mastografía”.
Explica que le detectaron una bola pegada al torax, de la cual jamás se percató “o quizás no me la revisé concienzudamente, porque piensas que nunca te va a pasar eso, siempre hice ejercicio y comí sano”.
Hace una pausa y recomienda a todas las mujeres, sin importar la edad, que se revisen perfectamente, ya que no hay que esperar a tener 40 años: “conocí a mujeres de 25, de 28 años con cáncer de mama, incluso una de ellas falleció al año de haberla conocido”.
Insiste en que no hay que esperar a que se presente una enfermedad grave para cuidarse, siempre hay que estar pendientes de la salud, sobre todo aquellas chicas que fuman mucho, que tienen un tipo de alimentación no adecuada y que no hacen ejercicio.
“ME VOY A MORIR”
Cuando me dieron la noticia, fue un shock: “Te dicen cáncer y dices me voy a morir, pero me dije, lo que tenga que hacer lo tengo que hacer, tengo que salirme de esto y ese día regresé a trabajar, lo que me ayudó a no llenarme la cabeza de cosas y pensar que todo iba a salir bien”.
Cuando me dieron la noticia, fue un shock: “Te dicen cáncer y dices me voy a morir, pero me dije, lo que tenga que hacer lo tengo que hacer, tengo que salirme de esto y ese día regresé a trabajar, lo que me ayudó a no llenarme la cabeza de cosas y pensar que todo iba a salir bien”.
Llegaron los tiempos difíciles, atenderse en Oncología del Centro Médico, donde recuerda que tuvo una excelente atención y le dijeron que tenían que quitarle el seno y darle quimioterapia. En ese momento, lo único que pensó fue que si eso la iba a curar que incluso le podían quitar los dos senos, no le importaba, lo único que quería era curarse.
Se sometió a la cirugía, a la quimioterapia y a los problemas físicos se sumaron los personales, al sentir que la familia y su esposo no estaban al 110 por ciento con ella, todo porque “muchas veces la gente no sabe cómo manejarlo, sientes que no estás siendo atendida como quieres, y te crea conflictos con todos y todas”.
Sin embargo, pensar que se iba a aliviar, la hacía fuerte y sobreponerse a las llagas en la boca, a la resequedad en el cuerpo, a la caída de las cejas y las pestañas, “aunque había momentos en que hasta disfrutaba de mi calvicie: salía del trabajo, me quitaba la peluca y disfrutaba del aire”.
Mantener sus actividades fue lo que más la ayudó, ya que la invitaban a participar en eventos para prevenir el cáncer, a carreras, ir a pláticas y, sobre todo, mantenerse en su trabajo, ya que los viernes iba a la quimioterapia, los sábados y domingos se la pasaba en recuperación y el lunes se presentaba a laborar.
UNA LUCHA, A VECES EN SOLEDAD
Sin embargo, Trinidad no sólo tuvo que enfrentar los estragos de la enfermedad: “era una revoltura de sentimientos, a veces de soldad, de querer tener alguien cerca de mi. A veces uno comete el error de hacerse la fuerte. Me envolví en una cápsula de no necesito a nadie, puedo sola y eso fue una actitud que repercutió en mi relación con mi esposo, pero afortunadamente después lo arreglamos”. Después del tratamiento y las cirugías, tuvo que tomar una pastilla diaria durante cinco años, la cual le provocaba diversas reacciones como depresión, somnolencia, lo cual también tuvo que ir superando poco a poco.
Sin embargo, Trinidad no sólo tuvo que enfrentar los estragos de la enfermedad: “era una revoltura de sentimientos, a veces de soldad, de querer tener alguien cerca de mi. A veces uno comete el error de hacerse la fuerte. Me envolví en una cápsula de no necesito a nadie, puedo sola y eso fue una actitud que repercutió en mi relación con mi esposo, pero afortunadamente después lo arreglamos”. Después del tratamiento y las cirugías, tuvo que tomar una pastilla diaria durante cinco años, la cual le provocaba diversas reacciones como depresión, somnolencia, lo cual también tuvo que ir superando poco a poco.
Hasta que llegó el gran día: la revisaron, le hicieron una mastografía y le anunciaron que ya la podían dar de alta, que todo estaba bien, “y yo dije ya la hice, ya la libré y adelante, lo que tenga que venir que venga”.
Desde ese momento pasó a la etapa de recuperar su vida, comenzó a correr nuevamente, aunque al principio sólo aguantaba 100 metros; arregló su vida sentimental con su esposo; hizo cosas que antes le daban miedo, como bucear y ahora hace cosas que califica como locuras, como andar en moto con su marido.
Después del tratamiento, de las cirugías, vienen 5 años en las que hay que tomar una pastilla diaria y esa tiene muchas reacciones: depresión, somnolencia, que tienes que ir superando poco a poco.
Su percepción de la vida ha cambiado considerablemente, ya que escucha a mujeres de su edad decir cada cumpleaños que es un año menos, pero ella piensa que es al contrario, que es un año más, que cada año que cumple siente el amor y cariño de mucha gente.
Finaliza con una sonrisa: “Me estoy dando la oportunidad de disfrutar muchas cosas, no hay que esperar a sufrir una cosa así para disfrutar de la vida, de tu pareja, de los hijos, del camino, de las flores, de la luna, de las estrellas, del amanecer, del atardecer. Veo la vida con muchas cosas por delante, quiero hacer otra licenciatura, se me hace corto el tiempo para hacer lo que tengo que hacer”.
EN http://impreso.milenio.com/node/8850311
No hay comentarios:
Publicar un comentario