jueves, 11 de noviembre de 2010
ATAQUE MASIVO
Ataque masivo con trip-hop
Cuando se encienden las luces se ve el caos, el desastre y la catástrofe: Massive Attack transformó el teatro Metropólitan en un planeta lleno de cráteres, de sombras y de luces; después, tras la furia de la banda británica, lo desintegró por completo.
Tweet Buzz up!vote now2010-11-11•El Ángel Exterminador
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Foto: Rita Canto/Cuartoscuro Massive Attack utilizó todo su armamento: los misiles que arrojaron iban desde su primer álbum (Blue Lines), su más reciente entrega (Heligoland), hasta cortes inéditos (“You Were Just Leaving”). No venían solos: a su ejército de músicos los acompañaron Martina Topley-Bird, Deborah Miller y Horace Andy.
El ataque comenzó con “United Snakes”, una pieza cargada de energía. Poco a poco la trinchera toma forma, son dos baterías (sí, dos), sintetizadores, teclados, un bajo y una guitarra. Se disparan halos de luces al ritmo de los beats y atrás del escenario aparece su arma secreta, esa que no pueden usar en los discos: varias pantallas proyectando palabras relativas al consumo de drogas (incluyendo la televisión).
Las dos cabezas de esta banda, Daddy G y 3-D se unen para interpretar una de sus piezas más oscuras, “Risingsong”, llena de múltiples capas de sonidos, a la mitad todo se volverá oscuridad, inmediatamente y coincidiendo con el punto climático de la canción las pantallas iluminarán con una fuerza casi cegadora.
Un bajo amenazante puntea el ritmo del siguiente tema, “Girl I Love You”. Horace Andy es el encargado de conducir el ataque. “Future Proof” es una amenaza, una versión mucho más larga que recorre un territorio de pasajes sonoros mientras los espectadores no pueden sino sorprenderse con lo que presencian.
Entonces aparece Martina Topley-Bird para ejecutar uno de los mejores momentos de la noche, “Psyche”; ellos vienen decididos para dar una muestra de un sonido vanguardista, de las composiciones más bizarras, una vitrina de sonidos ocultos tras otros que avanzan sin ser percibidos y arriba, del lado opuesto al de la cantante (recreémoslo por un segundo), luces verdes que se mueven muy despacio, al ritmo de esta pieza que seduce y fascina al mismo tiempo.
Ya no tenemos escapatoria. Abren uno de sus mejores álbumes, Mezzanine. En el momento más triste de este ataque de sonidos, Martina Topley-Bird acompaña el ritmo, que a ratos es melancólico y a ratos embrujante, de “Teardrop”, y en las pantallas aparecen cifras con un valor numérico cada vez más alto; también se proyectan balas disparadas hacia varios individuos… es el número de muertes ocurridas en el país en medio de la lucha contra el narcotráfico.
Con “Inertia Creeps” han decidido ironizar las noticias de espectáculos y deportes, sacudiendo las conciencias de sus admiradores, arrancando gritos… hasta que terminan de golpe. Sonido y luz se apaga. El teatro Metropólitan se ha transformado en un planeta único, es como si tuviera vida en sí mismo, respira el sonido que brota de todas partes, con cada canción estallan sus cráteres, se desata la rabia.
Quieren seguir provocando. Deborah Miller toma el frente, y una vez más el bajo es el eje de este viaje audiovisual explosivo con “Safe From Harm”. No se despiden, todos sabemos que van a regresar, pero en esta oscuridad, en medio del clamor de la audiencia comenzamos a ver que el teatro Metropólitan no es el mismo, comenzamos a ver escombros y restos de pared que no soportaron la fuerza con que ejecutaron cada pieza. Resurgen las siluetas y “You Were Just Leaving” no sólo nos deja atónitos por su beat, sino porque muchos no la conocen. Daddy G y Horace Andy hacen de “Splitting The Atom” una canción casi fúnebre. Después, después la gloria. “Unfinished Simpathy”: “Como un alma sin mente en un cuerpo si corazón”.
En las pantallas un mundo crece a medida que “Atlas Air” se hace más caótica. 3-D narra esta canción porque la música no se contiene, es más fuerte, el mundo es enorme, gira, un ritmo casi tribal se esconde en medio de esta atmósfera fúnebre, el mundo se hace pequeño súbitamente, desaparece. Las luces siguen apagadas, les gritamos, todavía aguantamos una más, ellos descienden desde el más allá con el ritmo tribal de “Karmacoma”, para acabar con lo que haya quedado de pie. Se encienden las luces y lo comprobamos: al final, la destrucción.
Roy Rojas
EN http://impreso.milenio.com/node/8863157
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