Eric Clapton: negro de corazón
Con su nuevo disco, llamado simplemente Clapton, el legendario Mano Lenta demuestra que a sus 65 años podemos seguir llamándolo Dios.
2010-11-29•El Ángel Exterminador
La longeva, rica y propositiva carrera de Eric Clapton no se empata del todo con su vida personal, llena de vicisitudes, desgracias, accidentes y contradicciones. Sin embargo, tal vez sea precisamente por todo lo que ha tenido que padecer a lo largo de más de seis décadas que su expresión artística resulte tan genuina, pura, repleta de autenticidad y sentimiento. Tan llena de blues.
La vocación blusera de Clapton se remonta a sus primeros tiempos, cuando formaba parte de los Yardbirds a mediados de los años sesenta. Fue por el blues que el guitarrista abandonó a aquella banda legendaria, al negarse a dar un viraje hacia un pop más comercial, hacia lo que se conocía como la “Ola Inglesa”. El famoso Mano Lenta dejó al grupo para irse a tocar blues con John Mayall y sus Bluesbreakers. Su lugar en los Yardbirds quedó cubierto por un tipo llamado Jeff Beck, a quien poco después reemplazaría un músico de sesión de nombre Jimmy Page.
El blues marcó a toda una generación de músicos británicos de aquellos tiempos. Desde Alexis Korner hasta Graham Bond y desde Keith Richards hasta Peter Green, el género surgido a principios del siglo veinte en el sur profundo de Estados Unidos de América influyó mucho más a aquella caterva de adolescentes ingleses que a los propios jóvenes de Norteamérica, quienes durante la primera mitad de la década sesentera babeaban por baladistas pasteurizados como Neil Sedaka o Pat Boone.
Nadie que se llamara a sí mismo un estadunidense modelo había oído hablar jamás de nombres como los de Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Jimmy Reed o Sonny Boy Williamson, por mencionar tan sólo a algunos de los más preclaros bluseros negros de esos días. En cambio, gracias a los discos que llegaban un tanto clandestinamente a los puertos de Reino Unido, muchos músicos imberbes de aquella isla escuchaban una y otra vez la seductora y demoniaca música de aquellos negros a los que se desconocía en su propio país y a quienes trataron de imitar con desesperación desde un principio.
Eric Patrick Clapton era uno de aquellos jovencitos de piel lechosa y casi transparente que en las neblinosas calles de Surrey, Inglaterra, aprendió a tocar la guitarra y a interpretar el blues. Ya en Londres y luego de su paso por los Yardbirds y los Bluesbreakers de Mayall, se unió en 1966 a Jack Bruce y Ginger Baker para formar al que se conocería como el primero supergrupo de la historia del rock: Cream.
Cream interpretaba una especie de rock psicodélico con hondas raíces en el blues (en su repertorio incluía temas de Robert Johnson y Willie Dixon). La lucha de egos y la intensidad de las giras, los conciertos y las drogas hicieron que el trío se separara en 1968 y luego de su paso por el efímero proyecto Blind Faith, a partir de 1970 Clapton inició una carrera como solista que dura hasta nuestros días (su estancia con Delaney and Bonnie and Friends fue como invitado y el grupo Derek and the Dominos al final resultó un intento frustrado).
En esos cuarenta años de carrera en solitario, el músico ha estado siempre cerca del blues y en más de una ocasión ha grabado álbumes plenamente bluseros. Discos como From the Craddle (1994), Riding with the King (2000, con B.B. King), Me and Mr Johnson (2004), Sessions for Robert J (2004) y el recientísimo Clapton (2010) son discos que prácticamente sólo contienen temas de blues, ya sea propios o de otros compositores.
Clapton es el primer disco de EC en cinco años, luego del mediocre Back Home de 2005 (tanto o más malito que el Pilgrim de 1998). Para fortuna del guitarrista, ahí están el blues y la música de raíces para revivificarlo y con el nuevo plato ha recobrado su ímpetu para ofrecer una colección de viejos temas de blues, country, rhythm and blues y hasta un par de standards (“How Deep Is the Ocean” y “Las hojas muertas”).
Con colaboraciones de gente como Allen Toussaint, Wynton Marsalis, Sheryl Crow, Steve Windwood y algunos miembros de la Preservation Hall Jazz Band, Clapton nos regala catorce canciones imperdibles de compositores como Fats Waller, Hoagy Carmichael, Irving Berlin, Jacques Prévert y J.J. Cale, entre otros. Cierto que no están los clásicos del blues, pero eso ayuda a que el músico evite el lugar común y nos sorprenda con un trabajo sobrio, elegante, ecléctico, esplendoroso, más cercano esta vez a Nueva Orleans que al Delta del Mississippi. Un álbum magnífico.
Hugo García Michel
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